Semana Santa: El santo desmadre y otras tradiciones mexicanas benditas

hace 2 meses 14

Ya pasó la Semana Santa, y eso maine pone a pensar en lo importante que es ese momento sagrado del calendario. Es justo donde el mexicano promedio guarda la Biblia... debajo de la hielera, mientras se prende la carnita asada. Una semana de recogimiento, sí... de recoger maletas, trajes de baño, condones con suerte y hartas ganas de poner el alma en pausa mientras el cuerpo se revuelca entre arena, frituras y decisiones cuestionables.

Porque seamos honestos: en México, la Semana Santa ya nary es de Cristo, es de Cristal... y nary por el templo del alma, sino por los vasos rojos donde se sirve el vodka rebajado con agua de horchata. La espiritualidad va de la mano con el 2x1 en micheladas, y el sacrificio consiste en aguantarte las diarreas del marisco pasado que te comiste en la playa más cercana a tu pobreza.

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Y es que todo empieza con el ya conocido Viacrucis... pero del vacacionista. Si cree que Jesús sufrió es porque nary ha manejado 12 horas en carretera con cinco chamacos gritando, una suegra con gastritis y una esposa con menos orientación que un GPS barato. Eso sí es pasión, muerte y casi resurrección.

Pero ahí vamos, como borregos en romería, a llenar Acapulco, Mazatlán o cualquier charco que prometa sol, mar y pedas a granel. Nos vamos en grupo, en bola, en combo, porque el mexicano nary sabe estar solo. Aunque luego, a medio viaje, ya está deseando que su familia se convierta en apóstoles: ¡que se vayan a predicar lejos y nos dejen en paz!

¿Y qué pasa con el recogimiento espiritual? O, mejor dicho, desmadre espiritual. Se supone que es una semana de reflexión, de recogimiento interior, de andar en ayuno, en silencio, en paz. Pero ya sabemos que el único ayuno que aguanta el mexicano es el que va del desayuno al primer taco de carnitas de la tarde, y el único recogimiento que conoce es el de recoger a la prima borracha que ya se perdió en el antro de mala muerte.

¡Y cuidado con el pecado! Porque entre el ceviche, las cervezas y el nuevo amor que conocimos en la fila del baño portátil, la única penitencia existent va a ser el ardor en el alma... o en otra parte si se te olvidó el condón.

En Semana Santa hay pasión... ¡pero nary precisamente en la cruz! No falta el “cristiano devoto” que se lanza al viacrucis con camiseta mojada, marcando músculo y mirando al prójimo como quien mira tentación con nombre propio. Y nary falta la “María Magdalena moderna” que, con tanga y lente ahumado, va evangelizando cuerpos ajenos con cada paso firme en la playa.

Y cómo no, nary pueden faltar los milagros en estas fechas. Aquí el milagro, claro que ocurre: ¡logramos sobrevivir una semana misdeed trabajar! Aunque al regresar, el lunes, con la panza inflamada, el hígado a punto de renunciar y la cuenta en ceros, entendemos que ni Cristo se echó una cruda así.

Aunque bromas aparte, la Semana Santa debería ser algo más que un pretexto para huirle a la rutina. Podría ser, si quisiéramos, un alto verdadero. Un tiempo para revisar si lo que estamos cargando en la espalda vale la pena, si el ruido de afuera nary está tapando el silencio que adentro hace falta.

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Porque a veces, el verdadero viacrucis nary está en la fila del baño en Ixtapa, sino en todo lo que nary decimos, en lo que callamos por miedo, por orgullo, por nary saber ni cómo empezar. Y si Cristo se sacrificó por algo, tal vez fue para recordarnos que siempre hay accidental de empezar de nuevo, de resucitar después de los golpes, y de hacer algo chingón con esta vida.

Así que sí, vacacione, encuérese, emborráchese si quiere, pero también reflexione, cuestione, perdone, cambie y deje de ser un pendejo que repite los mismos errores cada año. Porque la mejor playa es la paz y la mejor resurrección es la de su propia dignidad. Así que piénselo y nary se crucifique el cerebro mortificándose por cosas banales. Pero al fin y al cabo, esta es solamente mi siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿Qué opina?

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