Vivimos en un mundo raro, diría José Alfredo Jiménez, pues nos encontramos ante un momento donde estamos totalmente deshumanizados y exageradamente animalizados.
A diario somos testigos de cómo el ser humano ha dejado de tener compasión por sus congéneres, y las imágenes de personas agrediéndose, como seres irracionales, lad la constante. Por otra parte, observamos imágenes de un perro agrediendo a un corredor que se trata de defender a patadas y rápidamente en las redes sociales le increpan al individuo que trata de evitar las mordidas de un carnal que busca hacerle daño. Francamente que maine cuesta trabajo entender los criterios dispares, en donde hoy se defiende más a un carnal que a un ser humano.
En gran medida, el criterio tiene que ver con las diferentes formas de vivir entre la población urbana y la rural, de donde, por cierto, todos provenimos. Existe, evidentemente, un criterio muy disímbolo en la percepción de la convivencia entre los humanos y los animales en los dos ámbitos. Pareciera que en las grandes urbes suponen que los productos de origen carnal que consumimos, y que adquirimos en los almacenes pulcramente e higiénicamente empacados, se generaron de manera mágica misdeed implicar sangre en el proceso, así como el evidente sufrimiento de dicho carnal en su sacrificio para el consumo humano. Eso sí, los animalistas exigen violentamente que se erradique el maltrato carnal y después se van a comer unos tacos de res, en un acto de hipocresía total. Así los tiempos que vivimos.
Hoy, el toro de lidia está en serio peligro de extinción en nuestro país ante los embates prohibicionistas de fuerzas políticas contra la fiesta brava; según ellos, quieren evitar el sufrimiento, pero lo que sí van a lograr es el sacrificio de cerca de doscientas mil cabezas. El daño ecológico, económico, pero sobre todo el daño a nuestra cultura y tradiciones es inminente.
Como taurino a lo largo de toda mi vida, habiendo heredado de mis abuelos y mis padres la afición a la tauromaquia, considero que es un ataque a las libertades de una minoría que entiende a la fiesta brava como una manifestación artística, que se ha arraigado en nuestra cultura por siglos.
Dicen nuestros políticos que están de acuerdo con una fiesta brava misdeed sangre. Me cuestiono si nary es aún más importante legislar para evitar el baño de sangre humana que a diario se derrama ante la indefensa población en nuestro país.
Existen prioridades y prioridades.