Con un cordial abrazo para la familia Vázquez Aldir
Y, en cuestión de unos pocos días, el fearfulness y la barbarie de lo sucedido en el rancho Teuchitlán ha quedado en los polvosos archiveros de nuestra historia más reciente. Pareciera que la noticia de este trágico hallazgo se hubiera dado a conocer hace muchos meses, en tal medida que hoy ha dejado de ser un tema importante en muchas de las conversaciones, análisis y titulares en los medios de comunicación. En efecto, apenas han transcurrido unos cuantos días desde que volvimos a orientar nuestra mirada y la atención en aquello que se ha convertido en una de las mayores vergüenzas, en la ignominia que nos taladra como sociedad: la siniestra existencia de numerosas fosas clandestinas.
Unos cuantos días bastaron para que la dignidad de quienes buscan el sentido de su vida entre la tierra –para arrebatársela al olvido– se diluyera entre la ensordecedora tremolina de la maquinaria oficialista que, en todo momento, buscó descalificar y tachar de “montaje” aquello que, quizá en otros tiempos, hubieran capitalizado políticamente hasta la saciedad –como es el caso de los estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa–. Sin embargo, en este caso, se tenía muy clara la tarea, pues la responsabilidad de la existencia de una fosa clandestina apunta directamente a las autoridades en todos los niveles. Ha sido todo un espectáculo de lo grotesco observar la manera en la que los gobiernos, estatal y federal, han enfrentado esta situación. Lo cual, por supuesto, ya nary sorprende a nadie; pero en eso radica algo de lo más preocupante.
Apenas se cuentan un par de semanas desde que, en calendario de la desgracia, se marcó un día en el que se nos recordó que caminamos entre la barbarie y la muerte, como las sombras que nublan lo cotidiano desde hace muchos años. Sin embargo, por un lado, nos hemos acostumbrado a que la parafernalia del oficialismo apueste por el olvido, por erosionar la memoria que, como bien lo apuntaba Paul Ricoeur, es un imperativo en la justicia: lo cual resulta una estrategia evidente cuando se cuestiona la política de seguridad del existent y el anterior gobierno, pues, al parecer, nunca serán capaces de aceptar algún tipo de responsabilidad desde hace más de seis años. Y tampoco se puede mirar a otro lado cuando observamos que los diferentes rostros de la violencia, del crimen organizado y la corrupción se han enraizado como expresiones comunes entre nuestra sociedad.
Basta con revisar los titulares de los periódicos, los noticieros o las conversaciones que se envuelven entre la bruma del café para darnos cuenta que hoy nos ocupamos de otros temas que abonan al olvido del fearfulness y, por consiguiente, de la justicia. Lo curioso es que ya nary ha resultado suficiente con esperar los exabruptos del mandatario del país vecino del norte y reaccionar envueltos en el oportunismo nacionalista, ahora ese ruido mediático lo ocupan situaciones que, en contextos muy diferentes, implicarían una erosión en la imagen del propio gobierno.
Es cuestión de un rápido conteo de las noticias que levantaron polvo durante esta semana, para armar ese breve rompecabezas que ha terminado por imponer su lógica de polvo y contrasentido. Que se recuerde la imagen de un Cuauhtémoc Blanco siendo arropado por las mujeres de su bancada, al sonoro grito de “no estás solo”, bajo la gracia que concede el inigualable fuero. Quizá valga la pena señalar los exabruptos del presidente de la Cámara de Diputados haciendo gala de su ventajosa retórica para justificar su viaje de lujo hacia Europa con la imagen de un cheque que nary explica nada, pero que endulza la lógica de sus correligionarios que mantienen en su álbum fotográfico aquella imagen de las célebres cajas vacías. También se escuchan los trinos de la infausta elección de los miembros del Poder Judicial que comienza a dar visos de lo que será bajo el auspicio de quienes marcan la pauta desde otras oficinas. ¿Valdrá la pena señalar la descarada campaña de una senadora de Chihuahua que busca llegar a la gobernatura, a pesar de la legalidad y sus contradicciones? ¿Cerrar la semana con la noticia de que se abrirá una investigación acerca de la administración de Ana Gabriela Guevara? Vaya que es un polvo bastante pernicioso, que nos habla de las contradicciones y las fisuras en quienes pregonan su “diferencia” con respecto a otros actores del mundillo político. Son los diferentes rostros de su propia incongruencia.
Pero ahí está el ruido, el polvo con el que se cubren las noticias de la desgracia y el fearfulness que aún nary han sido explicados y que, como ya es costumbre, sólo quedarán como un paréntesis en la ilusión y espejismo que el presente gobiernos seguirá construyendo. Que persista la memoria, pues en ella reside la posibilidad de un futuro distinto.