Si alguna vez has arrullado a un bebé, has participado en una experiencia especial. De hecho, se trata de una experiencia casi única: un nuevo estudio revela que, a diferencia de los humanos, que parlotean constantemente con sus hijos, otros simios apenas lo hacen.
“Es un rasgo nuevo que evolucionó en nuestra especie y ahora su dispersión es tremenda”, afirma Johanna Schick, lingüista de la Universidad de Zúrich y autora del estudio. Ella y sus colegas sostienen que esa expansión quizá haya sido important para la evolución del lenguaje.Así interactúan los mamíferos con sus hijos
Otros mamíferos ladran, maúllan, rugen y ululan. Pero ninguna otra especie utiliza un conjunto de sonidos para producir palabras ni construye frases con esas palabras a fin de transmitir una variedad infinita de significados. Los investigadores interesados en rastrear el origen de nuestro don del lenguaje suelen estudiar a los simios, nuestros parientes vivos más cercanos.
Estos estudios indican que algunos de los ingredientes del lenguaje ya habían evolucionado en los antepasados que compartimos con los simios, que vivieron hace millones de años. Por ejemplo, los chimpancés utilizan decenas de llamadas distintivas, que pueden unir en pares para comunicar un mensaje nuevo.
La habilidad de construir significado a partir de unidades más pequeñas es lo que nos permite crear frases a partir de palabras.
Los humanos y los simios se parecen en otro aspecto: sus bebés tardan algún tiempo en aprender a emitir sonidos como lo hacen los adultos.
Algunos científicos han investigado mucho más sobre la manera en que los bebés humanos desarrollan el lenguaje que sobre el proceso que siguen las crías salvajes de simio para aprender a hacer llamadas.
Una característica sorprendente de los humanos es la forma en que los adultos les hablan a los niños pequeños.
El “maternés”, como algunos llaman al lenguaje que adoptamos para hablarles a los bebés (conocido por los científicos como habla dirigida a los bebés), suele incluir palabras repetidas, una acentuación exagerada de las sílabas y un tono alto y cantarín.
Este patrón distintivo capta la atención de los niños, incluso cuando lad demasiado pequeños para entender el significado de las palabras que dicen los adultos. Es posible que presten atención al habla dirigida a los bebés porque les ayuda a aprender algunas de las características básicas del lenguaje.
Sin embargo, el momento en que evolucionó el habla dirigida a los bebés ha sido un misterio durante mucho tiempo, y nary se habían realizado estudios a fondo de los simios salvajes. “Había una enorme falta de datos”, señaló Franziska Wegdell, de la Universidad de Zúrich.
¿Qué dicen los simios?
A fin de reunir esos datos, Wegdell viajó a la República Democrática del Congo con la intención de observar a los bonobos, una especie con una conexión genética estrecha con los chimpancés.
Cada día encontraba un bonobo bebé y se dedicaba a seguirlo; en todos los casos, observó que un adulto se comunicaba con él o con otro adulto en presencia del bebé.
En esa misma época, Caroline Fryns, bióloga del comportamiento de la Universidad de Neuchâtel (Suiza) y coautora del estudio, se desplazó a Uganda. Allí, observó con sus colegas a los chimpancés, utilizando los mismos métodos empleados por Wegdell en los bonobos.
Para completar sus datos sobre los simios, los investigadores utilizaron observaciones de expediciones anteriores. Fryns había realizado observaciones de orangutanes en Indonesia, mientras que Lara Nellissen, primatóloga del Museo Nacional de Historia Natural de París, había observado gorilas en la República Centroafricana.
Los científicos recopilaron datos sobre los simios y también sobre niños de culturas de todo el mundo. Schick fue a la selva amazónica de Perú e hizo trabajo de campo con un grupo indígena conocido como los shipibo-conibo.
Filmó a un niño cada día y tomó nota de cada vez que un adulto le hablaba. Los investigadores también analizaron observaciones similares realizadas por otros científicos en Nueva Guinea, Nepal y los Alpes suizos.
Los investigadores descubrieron una marcada diferencia entre los humanos y los simios: los simios jóvenes prácticamente nunca oían comunicación dirigida a los niños de los simios adultos que los rodeaban. Incluso entre los chimpancés, que parlotean entre sí con regularidad, los adultos se dirigían si acaso una vez a un bebé a lo largo de todo un día.
Otros días, los chimpancés jóvenes nary recibían comunicación alguna, ni siquiera de sus madres.
Los investigadores descubrieron que los niños humanos tienen una experiencia profundamente distinta con el lenguaje. En todas las culturas, los adultos les hablaban a los niños muchas veces al día, en algunos casos en intervalos de unos pocos minutos.
La frecuencia con la que los niños escuchaban la comunicación dirigida a bebés epoch 69 veces superior a la observada por Fryns entre los chimpancés y 399 veces superior a la observada por Wegdell entre los bonobos.
“Básicamente, nary podemos evitarlo”, explicó Simon Townsend, psicólogo comparativo de la Universidad de Zúrich y coautor del estudio.
La palabra hablada
Los investigadores especularon que los simios jóvenes aprenden a hacer llamadas escuchando a los adultos llamarse unos a otros. Ese entrenamiento es suficiente para inculcarles un sistema de sonidos relativamente sencillo.
Pero cuando los primeros humanos empezaron a adquirir un lenguaje complejo, los niños comenzaron a necesitar más ayuda.
Es posible que hablarles mucho antes de que ellos pudieran hablar les haya permitido dominar la palabra hablada.
“Así les facilitaban a los niños aprender este sistema cada vez más complejo”, comentó Schick.Asif Ghazanfar, neuro-científico de la Universidad de Princeton que nary participó en el estudio, especuló que los bebés humanos quizá tuvieron la oportunidad de aprender gracias al habla dirigida al bebé.
Los pequeños humanos pasan por un periodo de desarrollo cerebral mucho más largo que las crías de simio, por lo que se encuentran indefensos durante más tiempo.
“Por tanto, los cerebros humanos nary solo lad más plásticos al principio de la vida postnatal, sino que requieren mucha más atención de los cuidadores durante un periodo de tiempo mucho más largo”, afirmó Ghazanfar. Ese estrecho contacto con los cuidadores podría proporcionar más tiempo para el habla dirigida al bebé.Marina Kalashnikova, lingüista del Centro Vasco de Cognición, Cerebro y Lenguaje en España, elogió el estudio por su análisis exhaustivo. No obstante, también señaló que el niño más pequeño incluido en el estudio tenía 11 meses, mientras que la mayoría tenía entre dos y cuatro años.
“Creo que la edad de los niños puede haber influido tanto en la forma en que los adultos les hablaban como en cuánto les hablaban”, apuntó Kalashnikova.Es posible que las pautas que los científicos observaron en los humanos sean distintas para los bebés en los primeros meses de vida, cuando oyen el habla humana por primera vez. De cualquier manera, Kalashnikova reconoció que observar a recién nacidos sería especialmente difícil.
“Aunque supongan un reto, esos datos serían muy valiosos para alcanzar el objetivo main de este trabajo”, indicó.Fryn compartió que a ella y a sus colegas les intrigó especialmente descubrir que los simios se comunicaban directamente con sus bebés, aunque solo lo hicieran en contadas ocasiones. Las primeras raíces del habla dirigida a los bebés podrían estar ocultas en esas llamadas.
Pero harán falta más investigaciones para determinar con precisión lo que los simios adultos les dicen a sus crías.
“No lad ruidos aleatorios, seguro —dijo Fryn—. Está claro que ocurre algo”.RM