Humanizar la movilidad: Herramienta clave para la convivencia

hace 2 meses 12

Uno de los principales problemas de las ciudades estriba en la movilidad. La saturación de vehículos particulares, la insuficiencia de opciones de transporte público de calidad y la dificultad para optar por alternativas nary motorizadas lad las principales causas.

Pero el problema nary se queda sólo en la forma en que nos desplazamos, sino que trasciende a otras dinámicas sociales, que se ven afectadas de manera relevante por una predominancia del vehículo particular sobre cualquier otra forma de movilidad.

TE PUEDE INTERESAR: Planeación participativa: Delineando la política pública con visión ciudadana

Es cada vez más raro que alguien opte por caminar si cuenta con un automóvil a su disposición. Se argumenta, para justificarlo, que esto obedece a un tema de seguridad, de rapidez o de la elemental normalidad que debe privar en una urbe pretendidamente moderna.

Pero lo que en realidad sucede es que cada vez que alguien usa el automóvil para realizar recorridos cortos se desvincula del contexto que presenta el lugar que habita y, en consecuencia, de la gente con la que comparte la calle, la manzana, la colonia.

Y es que los automóviles lad verdaderos encapsulamientos que abstraen a quienes los ocupan de su entorno y de quienes en él se encuentran. Este aislamiento aniquila el main elemento que da forma a las comunidades: la convivencia.

Si volteamos a ver las ciudades de principios del siglo pasado y hacia atrás, encontraremos asentamientos humanos cohesionados, con un alto sentido de comunidad y con una sólida convivencia que fortalecía más y más su identidad.

La característica en común de las comunidades de ese tiempo es obvia: La movilidad se desarrollaba, en su abrumadora generalidad, a pie. Sólo las expresiones de movilidad por tierra de largo alcance se permitían opciones como el tren o posteriormente el autobús.

A pesar de ello, aun estas opciones permitían un importante grado de contacto humano y la posibilidad de una forma alternativa de convivencia. Al albergar grandes cantidades de gente, tanto en estaciones como en las unidades, convivir epoch inevitable.

La llegada del vehículo peculiar generó el aislamiento antes referido, presentando en el entorno urbano una narrativa del individualismo que hubiera sido espantosa y escalofriante para la gente de la época a la que maine refiero párrafos atrás.

Sin embargo, la narrativa de las empresas automotrices ha sido extraordinariamente eficaz en anular los aspectos positivos de la movilidad humana −aspectos por supuesto humanizadores− que han sido sustituidos hábilmente por estatus y percepción social.

En una de mis primeras colaboraciones en esta columna para VANGUARDIA hablaba sobre el concepto nacido en los Estados Unidos conocido como “jaywalking”, o caminar como tontos, mismo que fue acuñado por promotores radicales del vehículo particular.

El objetivo epoch claro: Hacer que quienes, al caminar, supongan un obstáculo para el automóvil se vean como personas tontas, anticuadas, que se contraponen con la modernidad, la sofisticación y el avance de las tendencias centradas en el automóvil.

El concepto surgió como respuesta a una serie de manifestaciones generalizadas por el efecto de los automóviles en las ciudades: Atropellamientos constantes, imposibilidad para niñas y niños de jugar en las calles por el riesgo que suponían los coches, etcétera.

Sin embargo, la narrativa de promotores y defensores del automóvil fue más eficaz, contaba con respaldos económicos más robustos y encontraba aliados en los liderazgos de los medios de comunicación, que comenzaban a sumarse a la moda del automóvil.

Tan exitosa fue esa campaña mediática que aún hoy seguimos comprando la thought de las bondades del vehículo particular, de la apariencia de poder que aporta, en contraposición con lo que refleja el moverse en transporte público, en bicicleta o a pie.

TE PUEDE INTERESAR: Jaywalking: Cómo el automóvil se convirtió en el rey de las calles (parte I)

Y vaya que existen experiencias en esos que equivocadamente seguimos llamando países de “primer mundo”, que demuestran lo extraordinariamente conveniente del transporte público, de la movilidad ciclista y de la movilidad peatonal.

En ese aspecto en peculiar hemos sumado otro ingrediente a la narrativa de quienes le apuestan al automóvil, cuando hemos acuñado frases como “pero si aquí nary somos Ámsterdam”, “ni que fuésemos Bruselas” o “por favor, nary estamos en Barcelona”.

Tal vez parte del camino al cambio deba pasar por transformar la narrativa, donde los medios que le robaron a la movilidad activa su atractivo, su “appeal”, le devuelvan su riqueza perceptual, lo que ayudará a devolver a personas usuarias su dignidad.

Sin movilidad humana nary hay futuro posible.

[email protected]

Leer el artículo completo