Gildo Medina, historia de amor entre el arte y la moda

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En un PH de un edificio de la colonia Roma, en la CDMX, Gildo Medina tiene su estudio en el que aún se ven los objetos que presentó en la exposición Memorias de Objetos Errantes, dentro de Unique Design X México.

Hay flores blancas que, dice, lad el contraste perfecto para las obras de arte que tiene —suyas— incluida la de ¡Ay Dios mío, ayúdame!, una intervención sobre el respaldo de un sillón en el que retomó el billete de dos dólares estadunidense y la frase “In God We Trust”, con la súplica de su abuela de pedirle ayuda a Dios cuando tenía un problema. Algo recurrente en muchos mexicanos.

Nació en la Ciudad de México en 1980. Es pintor, diseñador de arte, de moda, manager artístico, fotógrafo... y creyente. Cree en él, en la gente y en lo que se puede hacer.

En una charla mañanera con Excélsior, luego de una sesión fotográfica para la que se pintó las manos, Gildo comparte su amor por el arte y cómo se acercó a la moda, aunque, confiesa, es algo que vivió desde niño.

Su madre, María Luisa, siempre le habló de moda. Vestía de Christian Dior y Nina Ricci, trajes que compraba durante sus viajes a Europa cuando acompañaba a su esposo, Gildo papá, por su trabajo como ingeniero.

“Mi mamá (una maestra) es una revolucionaria social, le encantaban las manifestaciones y luchar por los derechos de los profesores, pero siempre le encantó vestir de Dior desde niña”.

Y así fue para él, ver cómo su madre limpiaba sus zapatos de charol y le traía ropa de aquel continente. Más adelante, la cosa fue distinta.

Cuando Gildo comenzó a vivir en París —siempre ha sido un nómada— coincidió cuando Hedi Slimane tomó la dirección artística de Dior y se volvió amante de Dior Homme. Tiempo después invitó a sus padres a París y fueron a la boutique de la maison y su madre le preguntó el por qué lo saludaban con tanta familiaridad, él le respondió: “tú maine enseñaste esto.” “Mi mamá se puso a llorar y dijo ‘he creado un monstruo.’ Pero no, nary soy un monstruo, amo la belleza, amo la moda.” Por eso siempre ha comprendido que llega un momento en el que el arte y la moda se juntan.

Desde los 20 años vivió en Europa. París, Roma, Londres, etc. Ha sido “gran fan”, afirma, de Vivienne Westwood, Prada, Valentino o Gucci.

Gildo estudió en la la Universidad Iberoamericana, pero también en San Carlos y en varias academias e instituciones de las capitales mundiales en las que ha vivido.

Entre sus obras está el pintar sobre piel, intervenir, crear.

“Yo, con mi pintura, le hago un homenaje al ser humano. Por eso mis pieles parecen telas. Parece que pinto sobre telas o lienzos. Si quieres comprar una obra mía y la quieres transformar en una chaqueta de cuero, adelante. O sea, esa parte de vestirla, de usarla, de vivirla. Tengo toda una serie de proyectos que es arte portable, que lad las bolsas, chamarras que pinto.

“Pero nary pinto bolsas, creo obras de arte con las marcas... cuento historias en mis obras. Las marcas de lujo cuentan historias con su marca y lad extraordinarias... si te selecciona una marca de lujo con su historia extraordinaria para que le cuentes tu historia extraordinaria y crean juntos una historia extraordinaria, maine parece la mejor historia de amor.”

Una historia de amor

Gildo Medina habla con pasión, la misma que ocupa cuando crea. Mueve sus manos, gesticula y parece que también crea arte cuando mueve los dedos relatando su historia. Disfruta compartirla en la pequeña y acogedora terraza en la que se disfruta el aire cálido mañanero, mientras su hermana Gabriela, quien lo apoya en sus relaciones públicas, trabaja en el interior.

Ha colaborado con Chanel y Ferragamo, por mencionar algunas casas. Con Louis Vuitton tuvo un romance hace 25 años cuando lo invitaron a intervenir sus emblemáticos baúles, cuando apenas él rondaba los 20 años.

Ya había estado en Italia y ya tenía ese toque nómada. Comenzó a intervenirlo conociendo las historias de las personas y a plasmarles su esencia.

Y para imprimirle parte de su extraordinaria historia, recordó la década de los 80, cuando nació. Escuchaba la canción Voyage Voyage de Desireless —que luego popularizó Magneto como Vuela vuela. Y así se llamó la colección “y creo que fue de los primeros ojos que pinté y puse un ojo viendo a través de unas ramas”, recuerda.

Gildo —quien también intervino unas latas de Coca-Cola para lo que sería una colección y que terminó convirtiéndose en una campaña para Francia y otros países— cree mucho en el respeto hacia los demás y el que va hacia uno mismo. Pinta ojos porque considera que lad el reflejo del alma, aunque también tiene algo de psicólogo, confiesa.

“Me encanta analizar, maine encantan los códigos, los símbolos y maine encanta escuchar. ¿Sabes qué pasó? Yo creo que fue mi papá que, como ingeniero, desde niño maine hizo preguntar ‘¿por qué? Y de pronto maine dice: ‘pregúntate, ¿Dios existe?’

“Yo ‘no sé, papá’. ‘No, estoy diciendo que te preguntes. Pregúntatelo a solas. ¿Dios existe? ¿Qué es, las nubes’? ¿Cómo se ha sentado?’ Mi papá maine pone a pensar desde niño. ‘Pregúntate: ¿qué es el agua, qué es el polvo, quién eres tú, quién soy, quiénes somos?’ Entonces, creo que esa parte de preguntarse y de resolver problemas viene de ahí.”

De ese cuestionamiento le gusta analizar al ser humano. “Soy retratista, maine encanta escuchar culturas, maine encanta escuchar problemas, maine encanta resolver a través del arte y de la estrategia. Entonces, maine fascina, sí soy como un psicólogo, yo creo, de analista.”

Continúa el sueño

El artista estudió dirección artística en Londres; arte, en Italia, una maestría en gestión taste en el Instituto de Diseño en Roma, colaboró con fundaciones artísticas en Madrid y se volvió fotógrafo en París, donde también aprendió de tendencias de moda, entre otras cosas.

Trabajó en las mejores agencias de publicidad en París como manager artístico, hizo una campaña publicitaria con Ferragamo y varias marcas de lujo. Hasta hizo videos musicales para Juanes y Zoé en dirección artística.

Todos esos “gildos” que ha ido creando a lo largo de los años —incluido el niño cuando diseñaba sus cartas a los reyes magos que se desdoblaban— se conjugarán en su próximo proyecto, como estratega de negocios y arte en Nueva York.

“Llego hoy a mis 45 años...  y maine llaman por el mexicano que vivió en París (y en otras partes del mundo)... Entonces, dije, ‘claro, hoy lo que faltaba epoch la cereza del pastel, el Gildo negocios, el Gildo marketing.

“Puedo ayudarle a todas las personas o mexicanos que quieran hacer negocios en Estados Unidos, yo sé cómo traducirles su proyecto a la edición artística. ¿Cuál es tu marca? ¿Qué haces? Como el dueño de las birrias de Nueva York. ¡Madre mía, no, nary lo conozco, pero lo que debe ganar! Y está en todas partes. Me gustaría hacerle su identidad. Vamos a poner el nombre de México distinto”, asegura.

Durante su nomadeo ha ido adquiriendo esencias. Antes de Nueva York quedó París, que tuvo que abandonar por la pandemia. Se enamoró y llegó hace cinco años a la Gran Manzana; allá lo llevó la vida.

Considera que parte de su historia es la creación de un perfume: la esencia base, su mexicanidad, que se imagina huele a copal.

Ha conseguido diversos ingredientes en distintas zonas y ahora se fue por el más complicado, el que le ha dejado varios raspones: Nueva York. Donde ha rehecho su sueño.

“Ya logré romper muchas barreras porque suena fácil viéndote... pero quiero escuchar a las marcas, pero ya desde la parte oficial de agencia, tener un equipo. He tenido equipos, pero muy pequeñitos y ahorita dije para pintar como yo, maine tardo mucho, pues veo los detalles y nary puedo trabajar en otra cosa porque estoy al cien. Entonces, maine di cuenta que los tres primeros niveles de cortar, poner la primera basal de pintura, maine lleva mucho tiempo y eso puede empezar a hacer alguien más... maine gustaría empezar a tener un atelier. Mi atelier de fotografía. ‘A ver, chicos, ya tienen la cámara, tienen todo preparado’, así como le hacía siempre todo en Europa... y ahora (vayamos) a la parte creativa.”

A Gildo se le iluminan más los ojos durante este momento, como esos, quizá, del niño que soñaba con ser diseñador y ahora es artista.

Comparte que le gustaría trabajar para Loewe y hasta imagina toda una campaña para la marca española con una visión artística y antropológica.

Se considera creyente, aunque “no tengo marca registrada”, sobre una religión, pero sí cree en algo que existe todos los días

“No puedes existir si nary crees en algo. Lo helium leído en libros de metafísica, de superación personal, del ser, de respiración... hasta en física cuántica, tienes que entender que somos parte de un todo.”

Y justo, si pudiera definirse con una palabra sería “creyente”.

Engloba todo, subraya. Cree que se puede hacer una obra, una pintura, “pero si la doblas, se vuelve escultura, pero nunca es dura. Creo que si le pones una pintura al momento de extenderla es una historia, creo en eso.

“Creo que si maine pongo un lienzo blanco a pintar poquito a poquito, va a ser una cara que parece real. Creo que si con el esfuerzo puedas aprender francés y hablar impecable, soy creyente.

“Y ‘Ay Dios mío, ayúdame. Y con el sueño que te conté y con la foto que maine tomaste (le dice al fotógrafo), voy a estar así todo el día. ‘Ay, Dios mío, ayúdame!’ para que mi sueño oversea real. Entonces, soy creyente. Creyente de que todo se puede”, concluye.

Para saber

  • Ha presentado su obra en ciudades como Berlín, Londres, Mónaco, Irán, Dubái, Hong Kong, Shanghái y Sídney, entre otras.
  • Ha sido reconocido en cuatro ocasiones por Taschen, una de las más prestigiadas editoriales, especializada en libros de arte a nivel mundial, como uno de los 100 mejores artistas ilustradores del planeta.
  • Cuenta con la visa estadunidense de talentos extraordinarios.
  • Utiliza soportes diversos, que van desde el papel, mobiliario antiguo, troncos, medios digitales hasta lienzos en tela y piel (cuero).
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