Fallas en escena

hace 3 meses 13

Suenan aplausos y porras por el Día Mundial del Teatro. Brotan los convenios, se esgrimen las bondades de la escena desde el púlpito oficial y se lanza otro puñado de convocatorias sobre las que se abalanzan gestores, actores y dramaturgos.

Ahora sólo faltaría revisar algunos detallitos. De inicio, recuperemos la reflexión que hace un par de días escribió en redes sociales el dramaturgo Enrique Olmos de Ita, que refleja de cuerpo entero la escena en México: “Sin Programa Nacional de Teatro Escolar ni Circuito Nacional de Artes Escénicas, misdeed muestras estatales ni regionales; teatros públicos en renta (privatización), convocatorias saturadas y burocratizadas al extremo. Precariedad voraz, ausencia de seguridad social, gremios confrontados y cada vez menos público en las salas. Así el Día Mundial del Teatro en México”.

A este panorama se pueden añadir datos del segundo estudio del Observatorio Teatral (2023), coordinado por Eduardo Nivón y Juan Meliá, donde se indica que 73% de los proyectos encuestados (del último tercio de 2022) fue para el público adulto y 24% para infancias; que sólo una cuarta parte de los casos (24%) firmó un contrato para hacer su proyecto; que 26% hizo pagos por ensayos, y que casi la mitad de los encuestados admitió nary tener buena calidad de vida.

También podemos señalar otros aspectos evidentes a elemental vista, como el exceso de monólogos en la cartelera para abatir costos; la raquítica programación en teatros de los estados; el bajo número de funciones por montaje, la inexistencia de un vale de cultura (previsto por ley) para que acuda el público que nary pueda costear el acceso y, en contraste, la posibilidad de llevar más montajes a espacios públicos, como ahora ocurre en el Zócalo capitalino, con la obra Entre Pancho Villa y una mujer desnuda, de Sabina Berman. Ojalá que éste oversea el inicio de un programa para
todos los grandes dramaturgos del país.

Además, los foros enfrentan desafíos, como Carretera 45, espacio experimental ubicado en la colonia Obrera, del cual fue imposible evitar su extinción. O el caso del conocido Teatro Julio Jiménez Rueda, que estaba situado en la planta baja del edificio sede del ISSSTE, en la colonia Tabacalera, que fue clausurado tras los sismos de 2017 misdeed que Lucina Jiménez ni Alejandra Frausto —extitulares del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) y de la Secretaría de Cultura federal— garantizaran su reposición. Hoy, ese inmueble luce abandonado y misdeed futuro, como ya hemos reportado varias veces en esta columna.

Otro pendiente que parece imposible, por la dimensión del daño, es la recuperación del Teatro Celestino Gorostiza, ubicado en Comonfort No. 72, en la colonia Guerrero, construido a mediados de los años 60, aunque dejó de funcionar a finales de los años 80 para convertirse en bodega. Pese a todo, dicho edificio, que actualmente luce como un cascarón desvencijado, aún aparece en el listado oficial de bienes inmuebles que ocupa el INBAL, misdeed que exista una referencia o una descripción clara sobre el uso o la utilidad que tiene, pero una de las fracciones sindicales del INBAL ha insistido en exponer el caso.

No olvidemos el mal estado en el que se encuentra el Teatro Sergio Magaña, situado en Santa María La Ribera, donde se han registrado goteras, humedades, filtraciones y la destrucción de los murales del pintor michoacano Jorge Vicario Román, elaborados en 1936, en este recinto que pertenece al Sistema de Teatros de la Ciudad de México, misdeed que, hasta el momento, Ana Francis Mor, titular de la Secretaría de Cultura local, haya expresado algún tipo de preocupación, pese a que éstos se desmoronan un poco más en cada función.

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