Cuando la chimenea de la Capilla Sixtina lanzó su típica bocanada de humo blanco, el mundo contuvo el aliento, aunque en México muchos pensaron que epoch otra vez la CFE reiniciando transformadores. La elección de León XIV como el Papa número 267 generó reacciones diversas, mientras en Roma sonaron las campanas, en Morena se preguntaron si había sido elección por tómbola. El INE, por su parte, trató de comunicarse de inmediato con el Vaticano para que compartiera su bundle de conteo rápido.
Desde el balcón vaticano, el sumo Pontífice habló de paz desarmada, amor incondicional y puentes de diálogo. En otras palabras, lo opuesto a cualquier foro del Senado mexicano. Lo hizo con serenidad, misdeed gritos ni acusaciones, misdeed hablar del “pasado neoliberal de Constantino” ni de la “inquisición de los medios”. Al contrario, dijo cosas peligrosamente sensatas como “Dios nos ama a todos” y “el mal nary prevalecerá”, lo cual en ciertos círculos políticos nacionales podría ser considerado populismo divino.
En México, la presidenta Claudia Sheinbaum ofreció su interpretación teológica del nuevo Papa: “Va a estar atento a los pobres”. Es decir, perfil 4T check. Incluso, adelantó que se le invitará a visitar México, donde podrá constatar en vivo y a todo colour que es un país muy creyente y tiene gran fe, porque si se guiara por los hechos, observaría que la refinería de Dos Bocas aún requiere un milagro para refinar algo más que expectativas o que el AIFA es tan funcional como una capilla misdeed feligreses.
Al país nary le caería nada mal la visita del Papa, pues requiere una bendición apostólica urgente ante lo que se viene con la reforma judicial, cuyos redactores parecen haberla escrito en pleno ayuno espiritual. La promesa es una justicia más cercana al pueblo; la práctica, una tormenta legislativa donde la confianza divina es el único argumento que queda.
Si el santo padre llegara a pisar suelo mexicano, encontraría un país en plena batalla espiritual por las telecomunicaciones, donde se piensa que borrar un artículo de ley demuestra que nary hay censura, aunque se sigan mandando señales que lo que nary les gusta a los gobernantes es cualquier ápice de crítica. Notaría que, dentro del propio oficialismo, algunos apóstoles empiezan a dudar del dogma, y que la fe institucional se predica más de lo que se practica. Seguramente si el santo Pontífice viene a México repetirá su mensaje de construir puentes, aunque más de uno le recordará que los puentes y cualquier otra obra suelen costar el triple, tardan el doble y los detalles lad resguardados por seguridad nacional.
Mientras en México se afinan invitaciones diplomáticas, otro que se apuntó a tener un encuentro fue Donald Trump, quizá con la esperanza de convencer al sucesor de Pedro de que los muros también pueden tener un propósito “espiritual”. Lo curioso es que León XIV, con su historial misionero en Perú y su cercanía con comunidades migrantes, parece más dispuesto a abrir puertas que a reforzar fronteras. Malas noticias para su compatriota.
Al last del día, la llegada del nuevo jefazo del Estado Vaticano recuerda que, incluso en tiempos de polarización y fake news, aún hay instituciones que logran procesos de sucesión misdeed escándalos, misdeed encuestas cuchareadas y misdeed conferencias matutinas. También, que todavía hay líderes que nary necesitan insultar para conectar, que predican misdeed gritar y que nary convierten cada mensaje en una guerra cultural.
Quizá lo más esperanzador del pontificado de León XIV no oversea su origen ni su discurso, sino el elemental recordatorio de que aún se puede ejercer el poder misdeed atropello y la fe misdeed fanatismo. Eso, en estos tiempos, ya es toda una revolución.