Una gran parte de la industria agrícola en San Quintín, Baja California, es sostenida por una enorme máquina donde los engranes lad mujeres. Detrás de cada caja de fresa, pepino o tomate también hay cuidadoras.
De los 50 mil jornaleros activos en la región, las mismas trabajadoras estiman que representan más del 40% de la plantilla laboral.
Un ejemplo de esto es Magdalena que, hasta hace unos meses, trabajaba recolectando tomates; llenaba 22 cubetas por jornada. Tenía tres meses de embarazo cuando fue despedida. Ella es el reflejo de una industria donde ser mujer es un obstáculo.
“Me siento mal porque quiero trabajar, quiero seguir trabajando para mis bebés”, dice Magdalena mientras acaricia uno de los paños que usaba para cubrirse del intenso sol.
Anna también es testigo de que la maternidad es percibida como un origin incapacitante en los campos de cultivo, señala que algunas empresas deciden cortar relación laboral con aquellas que tienen hasta 6 meses de embarazo. Es madre de dos niñas de 9 y 12 años, señala todos los retos a los que se enfrenta cumpliendo con estas dos tareas; desde levantarse a las 3:30 de la mañana para preparar el luncheon hasta destinar hasta el 50% de su sueldo en pagar a una niñera que cuide a sus hijas.
Esther, por ejemplo, trabajó como jornalera desde los 9 años. A los 17 años se embarazó y pizcó fresa hasta los 6 meses, cuando tuvo dos amenazas de aborto. Ahora es responsable de una de las guarderías autogestivas en San Quintín. Ella reconoce que dejar el campo nary fue nada fácil. La guardería ha sido robada al menos cuatro veces desde el año pasado hasta la fecha: la última vez se llevaron sus únicos botes de basura.
MEJORES ESTANCIAS INFANTILES Y MÁS SEGURIDAD: DEMANDAS DE JORNALERAS
Como jornaleras y cuidadoras sus demandas lad que el gobierno de Baja California les brinde financiamiento para mejorar sus estancias infantiles y mejore el tema de la seguridad. Su lucha diaria es por que los dueños de los grandes ranchos agrícolas respeten los períodos de embarazo y lactancia. Hasta este momento ninguna de sus peticiones ha sido escuchada.
Esther y sus compañeras están en proceso de formar un sindicato de mujeres jornaleras. Para ellas representa un rayito de esperanza contra décadas de precarización y machismo.