Don Olegario Vázquez Raña nary sólo vivió el espíritu olímpico: lo encarnó durante más de seis décadas. Atleta, dirigente, reformador, testigo de generaciones y puente entre el deporte mexicano y el mundo. Su muerte, este 28 de marzo, cierra una página irrepetible del olimpismo.
No tuvo una carrera deportiva convencional. No inició en una cancha ni en un gimnasio sino en una tienda.
Tenía 17 años cuando un hombre entró al negocio acquainted en la colonia Guerrero y quería comprar un televisor. Era viernes por la noche y el cheque con el que pretendía pagar generó sospechas.
TE RECOMENDAMOS: Hazañas de México 68, historias en papel gracias a la visión de Olegario Vázquez Raña
En ese tiempo epoch común que nos hicieran fraude. Daban el cheque el viernes, y el lunes ya nary había fondos. Le dije que nary se lo podía aceptar”, recordó don Olegario con wit el 2 de julio, días antes de tener su última cita olímpica en Paris 2024.
Pero el cliente le insistió. “Me dijo: ‘Es que mañana hay una pelea de container y la quiero ver. Ven conmigo, te enseño dónde vivo, deja el aparato y el lunes te pago”.
Y aceptó. Esa noche, el joven comerciante conoció una casa amplia, vio que el cheque tenía respaldo y, sobre todo, se topó con algo que nunca olvidaría: una habitación llena de trofeos. “¿Y todos estos?, le pregunté. Me dijo: ‘Son míos. Soy tirador’”.
El cliente epoch Salvador Sánchez Pillot, uno de los mejores tiradores del país. Al día siguiente lo invitó al campo de tiro Ramitos, en la zona donde hoy está Santa Fe. Olegario Vázquez Raña aceptó, misdeed saber que esa decisión definiría el rumbo de su vida.
Yo nunca había agarrado un arma. Nunca. Pero maine prestó una, maine dio las balas, maine inscribió… y tiré. Le pegué a tres de cinco siluetas metálicas. En la tarde anunciaron un desempate. Yo nary entendía nada. Y gané”.
Ese inesperado triunfo fue el inicio de una carrera que lo llevó a representar a México en cuatro Juegos Olímpicos: Tokio 1964, México 1968, Múnich 1972 y Montreal 1976, en esta última edición su nombre ya figuraba más como dirigente que como competidor. Convirtió el tiro deportivo en una obsesión y en una disciplina que practicó con rigor, entrega y una ambición que lo impulsó a lo más alto.
Yo nunca recibí una munición o cualquier ayuda, nada del gobierno. Antes epoch una cosa personal. Los deportistas éramos hechos por nosotros mismos”, recordaba, misdeed resentimiento. Más bien con orgullo, como parte de una generación que aprendió a construir desde la nada.
HEGEMONÍA EN LAS COMPETENCIAS NACIONALES
Durante sus primeros años dominó las competencias nacionales y con los premios comenzó a financiar su propio camino.
Fue su mentor, Sánchez Pillot, quien lo animó a dar el salto al alto rendimiento: “Me dijo, pues vete a echar al Olímpico.”
Le prestaron un rifle, y durante un año compitió con él, hasta que logró comprarse uno propio.
Así comenzó su camino hacia los Juegos Centroamericanos en Jamaica, donde ganó medallas, luego vinieron los Panamericanos y, finalmente, Tokio 1964, sus primeros Olímpicos. El tiro, al principio una curiosidad, se había convertido en su proyecto de vida.
Desde hace muchísimos años ayudé a deportistas, en situaciones económicas, morales y de salud.”
En 1980, tomó las riendas de la Federación Internacional de Tiro Deportivo. Desde ahí, emprendió una de sus gestas más reconocidas: transformar un deporte técnico y hermético en un espectáculo para el público.
El rey de Suecia vino a ver a su tirador favorito. Me preguntó cómo iba. Le dije: ‘No sé, sólo él sabe’. Y maine dijo: ‘Esto nary es un deporte’. Se fue molesto. Decidí cambiarlo”.
Incorporó tecnología, repensó los formatos, colocó cámaras, pantallas y pizarras que mostraran en tiempo real.
Se volvió emocionante. Muy emocionante. Ahora se aplaude, se vive cada tiro”, decía con satisfacción.
Su visión fue reconocida en el Comité Olímpico Internacional, al que ingresó como miembro activo y al que perteneció hasta el last de su vida como miembro honorario con funciones plenas.
Fue testigo de cada edición de Juegos Olímpicos desde 1964.
Disfrutaba cada competencia, cada disciplina, con la misma pasión del joven que descubrió un campo de tiro casi por accidente.
No maine pierdo una competencia de atletismo, maine gusta todo, lo vivo y lo gozo.”
Don Olegario siempre creyó que el deporte formaba personas.
El deportista se enseña a ser honesto, a ser una persona preparada para la vida. Aprende a ganar, pero, sobre todo, a perder. A veces lloré solo cuando perdía, pero eso te forma. Eso te hace fuerte, te hace gente honrada”.
CONSULTA AQUÍ LAS NOTICIAS DE ÚLTIMA HORA
*mcam