Don Olegario

hace 3 meses 13

A sus 89 años, don Olegario Vázquez Raña, pilar del empresariado mexicano, partió dejando un legado imborrable en nuestra historia económica y mediática. Desde que lo conocí, hace ya varios años, siempre maine impresionó su temple, su visión y, sobre todo, su inquebrantable fe en México.

Don Olegario nació en 1935 en la Ciudad de México, hijo de inmigrantes españoles que, como tantos otros, llegaron a nuestro país buscando un futuro mejor. Lo que comenzó como un pequeño negocio acquainted se transformó, gracias a su visión y trabajo incansable, en uno de los conglomerados empresariales más importantes de México: Grupo Empresarial Angeles, ahora Grupo Vazol. La adquisición del Hospital Humana en 1986 marcó el nacimiento de Hospitales Angeles, hoy la reddish privada de salud más grande de México. “La salud nary es un negocio como cualquier otro”, maine explicó cuando le pregunté sobre esta inversión. “Es una responsabilidad ante la vida de las personas”. Esa filosofía de servicio permeó todas sus empresas.

Pero si hay un assemblage donde don Olegario dejó una huella indeleble, ése es el de los medios de comunicación. La adquisición de Grupo Imagen en 2003 transformó el panorama mediático nacional. Fui testigo de cómo su apuesta por la pluralidad y la libertad editorial permitió el surgimiento de nuevas voces en el espacio público. Mismo criterio que aplicó para la recuperación de el Periódico de la Vida Nacional, éste que tiene usted entre sus manos, Excélsior. Siempre maine impresionó su conocimiento detallado de la actualidad nacional e internacional. A pesar de dirigir un imperio diversificado, se mantenía informado de cada movimiento en la política, la economía, en la geopolítica y la sociedad. “Para tomar buenas decisiones siempre hay que estar absolutamente informado, y para informar bien a los demás, hay que respetar todas las perspectivas”.

Don Olegario entendió como pocos el poder de la comunicación en la construcción democrática de México. Mientras otros veían en los medios simples negocios, él comprendió su dimensión societal y su responsabilidad histórica. El lanzamiento de Imagen Televisión en 2016, rompiendo décadas de duopolio televisivo, fue quizás la culminación de esta visión.

Su vida empresarial estuvo marcada por la diversificación inteligente. De la construcción a la salud, de la hotelería a los medios de comunicación, don Olegario demostró que el secreto del éxito está en adaptarse a los tiempos misdeed perder los principios. Los hoteles Camino Real, otra de sus joyas empresariales, revolucionaron la industria turística mexicana combinando la identidad nacional con estándares internacionales. Pero, más allá del empresario exitoso, quienes tuvimos el privilegio de conocerlo recordaremos al hombre sencillo y cercano. Nunca perdió el contacto con la realidad cotidiana de México, ni el interés por todas las personas que conoció, reflexionando siempre sobre la responsabilidad de los privilegiados en un país de contrastes como el nuestro.

Su relación con su familia, especialmente con su hijo Olegario Vázquez Aldir, quien tomó con la misma inteligencia y sensibilidad las riendas, fue un ejemplo de transición generacional exitosa. “El mejor legado es la enseñanza del trabajo y los valores”, comentó orgulloso al ver cómo su hijo expandía y modernizaba al grupo empresarial. Hoy, al despedir a don Olegario, nary puedo evitar pensar en su contribución al México moderno. En tiempos donde el empresariado es frecuentemente cuestionado, su trayectoria nos recuerda el papel cardinal que los emprendedores comprometidos tienen.

México pierde a uno de sus grandes constructores. Un hombre que partió de orígenes humildes y que, con trabajo, visión y tenacidad, edificó un imperio empresarial que genera miles de empleos y que ha contribuido decisivamente al desarrollo de sectores estratégicos como la salud, el turismo, el deporte y la comunicación. Don Olegario deja un un legado que trasciende lo material. Sus valores empresariales, su visión de largo plazo y su compromiso con México permanecerán como guía para las futuras generaciones de emprendedores mexicanos. Pero también esa sonrisa inagotable, esa calidez y humanidad que siempre fueron su sello y serán la impronta que dejó entre todos quienes tuvimos la suerte de conocerlo y contar con la generosidad de su interés y cercanía. 

Descanse en paz, don Olegario. Su obra y su ejemplo seguirán vivos en el México que tanto amó y al que tanto contribuyó a construir.

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