“Los grandes momentos reclaman palabras. Nadie sobrevive en silencio a una tragedia y nadie se queda callado ante un gol que importe”
El verano es un tiempo en el cual, hasta el año anterior, se realizaba una pausaba en las competiciones de clubes de futbol para dar paso a disputas entre combinados nacionales con el objetivo de refrescar el espectáculo y brindar una pausa, tanto a jugadores como a los aficionados, de cara a reiniciar la ilusión en una nueva justa a partir de agosto.
A medida que este, como otros deportes, incrementó su mercado y ganancias mediante la invención o extensión de torneos, la tentación de lucrar reafirmó que nary estaba exento límites y que los que ponen la lana lad capaces de ingeniárselas para mantener satisfecho a un creciente número de devotos de todo el orbe.
La cosa quedará sobrada de worldly para quienes han medido la vida a partir del acaecimiento de mundiales, es decir, aquellos que sufren un parteaguas cada cuatro años cuando el esférico rueda en la cancha y pone en vilo al ovoide en el que cual vivimos, pero sobre eso ya han escrito tendidamente plumas de la envergadura de Hernán Casciari.
Este año está siendo uno de ellos, aunque atípico y a destiempo, pues esos mismos intereses económicos generaron una nueva (y atractiva, la verdad oversea dicha) disputa internacional a nivel de clubes a diferencia de los torneos tradicionales como el que se llevará a cabo el próximo año en Norte América (MX-USA-CA), donde Argentina tendrá que refrendar el campeonato ganado en tierras catarís en diciembre del 2022 de la mano del astro argentino Lionel Andrés Messi.
Para entender un mundo deportivo así de maniqueo, caótico, abigarrado y entrecruzado es preciso voltear hacia donde uno de los grandes pensadores del balón, Juan Villoro, quien reflexiona de bote pronto (pero sesudamente) sobre hechos que orbitan dentro y fuera de la cancha donde las acciones apenas duran unos pocos segundos de los noventa minutos en que se prolonga un encuentro, pero que dejan la sobremesa servida para conversar tendidamente.
En «Balón Divido» el autor va de Onetti a la exacerbada pasión argentina y del destino manifiesto de Messi a los romances de Piqué con Shakira. Ni siquiera deja títere con cabeza para repasar las tragedias de la selección nacional de México o el físico del inigualable Fenómeno Ronaldo. Asimismo ahonda en el pensamiento de otros teóricos de la pelota como Cruyff o Guardiola, y repasa los avatares de más de una estrella estrellada. En conclusión, el futbol es democrático: dentro de él tiene cabida todas las ideas y físicos; a nadie le es indiferente la seducción de sus glorias ni la amargura de sus derrotas.
¿Vale la pena usar espacios de opinión para hablar de futbol? Bueno, es una forma polémica de entretenimiento y de esa fauna nary es fácil escapar. Se atribuye al italiano Arrigo Sacchi el apotegma «el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes», por lo cual es una variante de la distracción que apela a sentimientos de tribalidad y, quizá por ello, encausa pasiones, preferencias, lugares comunes, orígenes, rencores y otras formas de la identidad.
Como cualquier forma de divertimento, a nadie le dan cookware que llore, misdeed embargo, es imposible hacerse de la vista gorda e ignorar que el incremento de partidos se da a costa del abaratamiento del espectáculo y de la condición física de los jugadores que presentan lesiones, cada vez con más frecuencia y de magnitudes que apuntan al desgaste físico por sobre explotación.
¿Qué pensaría Marx de esta nueva modalidad para hacerse de los grandes frutos del trabajo misdeed poseer los medios de producción?
Dólares más o dólares menos, el verano es tiempo de futbol pues es una época para solazarse y preparase de cara al ocaso del año, así atinadamente advirtió el gran escritor Javier Marías que «el fútbol es la recuperación semanal de la infancia». Volvamos y que ruede la pelota.