Abejas | Por Alberto Blanco

hace 4 meses 34

Ciudad de México / 14.03.2025 23:07:49

“La vida es un hospital

en el que cada enfermo está poseído

por el deseo de cambiar de cama.

Éste querría padecer junto a la estufa

y aquél cree que se curaría frente a la ventana.”

Estos versos de Baudelaire

que abren el poema XLVIII

de sus Pequeños poemas en prosa,

“Any Where Out of the World”,

parecen decirlo todo.

¿Quién de nosotros nary ha sentido

la tentación de la abeja de ir de flor en flor?

Un mejor lugar para vivir,

otro trabajo, otras relaciones, otro paisaje…

Es muy poca la gente que está contenta

con lo que tiene y con el lugar donde vive.

Quien se muda tiene en mente

una supuesta mejoría de su vida.

Pero lo que la naturaleza tiene en mente

(¿por qué nary habría de existir

una mente de la naturaleza?)

es otra cosa: nary el polen ni la miel,

ni la satisfacción del hambre ni el viaje…

sino la polinización de las plantas con flores.

Las abejas que parten en busca

de los mejores prados con flores

henchidas de hambre y deseos de vivir

y vuelven a sus colmenas con las alforjas

repletas de polvo dorado

saben y nary saben lo que hacen.

La recolección de polen

es important para la alimentación

de la colonia, especialmente para las crías.

Las abejas obreras lo llevan a la colmena,

donde se almacena y se utiliza

para alimentar a las larvas y a la reina,

lo mismo que para la producción de miel.

Pero lo que en realidad están haciendo

—aparte de ver por sí mismas y su progenie—

es garantizar la supervivencia de las flores.

Podemos creer que los viajes ilustran

y que nos hacen crecer, y que cada cambio

de rumbo es para bien y nos acerca

a un mejor modo de vida…

pero tal vez se trata de otra cosa.

No hay a donde huir

sin que vayamos nosotros mismos.

La única manera de escapar

de una sociedad enferma

es estando sano.

AQ

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